La lógica nos puede decir que se ha de apostar por el eje Mediterráneo,
que Zapatero impulsó en Bruselas para su financiación, y que finalmente la UE
ha aceptado dejando de lado el eje central por Aragón, el del TCP. La zona que
atravesaría el corredor mediterráneo concentra cerca del 40% de la población de
España y el 45% de su PIB. Aglutina además el 65% del tráfico marítimo. Según
informes avalados por las Cámaras de Comercio de Cataluña y de la Comunidad
Valenciana, tendría una rentabilidad superior al 11%. Si las conexiones con los
puertos fueran las adecuadas, se evitaría la circulación de camiones (con el
consiguiente beneficio ecológico) y se podría arañar actividad portuaria a
Hamburgo y Rotterdam. Pero el eje mediterráneo tiene un problema: exige una fuerte
inversión. El ministro Blanco anunció en marzo que lo dotaba con 51.000
millones. Pronto empezaron a escucharse las primeras críticas. Por ejemplo, las
del consejero de Infraestructuras valenciano, Mario Flores, que reprochó que no
estaban definidas todas las fechas de licitación. Algunos expertos, como el
catedrático de Política Económica de la Universitat de Barcelona Germà Bel
también advirtieron de que parte del dinero comprometido está en realidad
destinado a conexiones con Madrid.
La realidad es que la elección de la apuesta de Bruselas se
debe mucho a su promoción política por parte del PSOE.
El TCP por Aragón es 5 veces más barato de construir, puesto
que el eje Mediterráneo necesitará de una vía paralela en una zona costera muy
construida de la que se necesitarán también licencias de construcción. Un
estudio cuantifica en 41.500 millones el tramo del litoral, que se alargaría a
Finlandia, frente a los 8.697 millones del eje de la TCP. El proyecto incluye
construir líneas que ni siquiera ha previsto el Ministerio de Fomento. La
factura íntegra suma el 78% de la inversión prevista para toda la Red
Transeuropea.
El TCP podría implicar 1.200 millones anuales de beneficio al
conjunto del país y una zona mucho más deprimida que la Mediterránea. Sería el
túnel por el que cruzaría una línea ferroviaria de gran capacidad hacia
Francia. Una línea que, en suelo peninsular, llegaría hasta Madrid y ahí se
bifurcaría en dos ramales, uno hasta el puerto andaluz de Algeciras, y otro
hasta el portugués de Sines. Podría conectarse directamente a través de Madrid
con el puerto de Valencia, único junto con Almería que dispone de suficiente
calado para que accedan grandes buques de contenedores, Barcelona no lo tiene,
y además conectarse con el Magreb através de la línea central.
La construcción de
la TCP generaría, en los años que duraran las obras, una actividad cifrada en
12.000 millones de euros. La Travesía Central del Pirineo podría llegar
a captar entre 26 y 30 millones de toneladas transportadas anuales, diez veces
más que el volumen total que se está transportando ahora por los pasos
laterales del País Vasco y Cataluña.
Parece que el eje Mediterráneo ha sido finalmente la apuesta
favorita de Bruselas y del PP en el gobierno central, pero si la apuesta
nacionalista sigue en la misma línea se debería estimar de nuevo la alternativa
del TCP para evitar la inversión de infraestructuras que finalmente no
beneficien al conjunto de España.
FUENTES DE INFORMACIÓN PARA LA ELABORACIÓN DEL ESCRITO:
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