jueves, 24 de enero de 2013

¿En que parte del paripé nos encontramos?


¿En que parte del paripé nos encontramos?

Pues bien, vamos a analizar un poco el estado de las cosas. El parlament ha aprobado por 85 votos a favor y 45 en contra la resolución soberanista propuesta por CIU-ERC, negociada a última hora tratando de sumar los votos de Iniciativa, CUP y PSC. La amplia mayoría que sus promotores esperaban ha quedado corta por la negativa a ser votada favorablemente por el PSC, hecho que casi resulta contradictorio, pues estos llevaban el derecho a decidir bajo el brazo en su programa electoral de las pasadas elecciones catalanas de 2012.

Lo aprobado sencillamente es que el pueblo catalán es “sujeto político y jurídico soberano” para decidir su futuro. Como textualmente ha declarado Oriol Pujol: “No es una regulación jurídica, eso ya lo haremos. Tampoco es una hoja de ruta, eso ya lo decidiremos. Ahora declaramos cuáles son los fundamentos. Como más sólidos sean los fundamentos, más sólidas serán las paredes”. Es decir, fuera demagogia, lo aprobado a fecha del 23 de enero de 2013 no tiene ningún tipo de validez jurídica.

No es la primera vez que el Parlament defiende el derecho del pueblo catalán a la autodeterminación, de hecho ya se han votado en este textos que observan este derecho hasta en cinco ocasiones: En 1989 se votaba una resolución que especificaba que el Cataluña no renunciaba a la autodeterminación, en 1998 se ratifico pero CIU proclamó su respeto a la Constitución y frenó una propuesta que pedía su reforma, en el 2000 y 2001 se volvió a ratificar este derecho y se realizaron consultas populares en centenares de municipios sobre la independencia, y recientemente, en el 2012, el pasado 27 de septiembre, se aprobó un texto que instaba a convocar una consulta en la siguiente legislatura adelantado los comicios catalanes. Ninguna de estas declaraciones han tenido ningún efecto ni validez jurídica.

La realidad es que CiU y ERC ya han rebajado en esta última ocasión el tono de su borrador inicial al suprimir que el objetivo de la consulta era un Estado propio e incorporar también al título de la declaración el derecho a decidir, con la intención de obtener el mayor consenso posible en el parlament. Pero como dijo el socialista Maurici Lucena,  “nuestro límite es la legalidad”, insistiendo en el modelo de Escocia y Quebec, cuyos Gobiernos negociaron con los de Reino Unido y Canadá la consulta, no en el de los gobiernos bálticos que parece seguir CIU-ERC.

El problema para el nacionalismo catalán es que saben de sobra que ni la Moncloa ni el parlamento español van a amparar jurídicamente un referéndum de secesión en Cataluña, y es poco probable siquiera permitan una consulta sobre el tema, ni al pueblo español, ni mucho menos al catalán unilateralmente.

Tanto Rajoy como Mas y como su socio Oriol Junqueras tienen bien presente lo que ocurrió al Plan Ibarretxe cuando llego al parlamento español. La estrategia de Zapatero fue llevarlo al Congreso, dejar que se tramitara y que Ibarretxe lo defendiera y seguidamente se anuló con la mayoría aplastante de la suma de PP y PSOE. Rajoy también tiene bien presente un ejemplo de mala estrategia por parte de su predecesor en el partido, el Sr. Aznar, cuando trató de impugnar dicho plan llevándolo al Constitucional y este rechazó el recurso, permitiendo su tramitación en el parlamento. Hoy día el constitucional es mayoritariamente progresista, por lo que cabe esperar el mismo resultado.

Aunque el gobierno central invite al nacionalismo catalán a presentar sus propuestas en las cortes: “si quieren una reforma constitucional, que traigan una propuesta”, la indudable negativa de estas a aceptar cualquier propuesta secesionista y la experiencia de Ibarretxe evitan que CIU-ERC siquiera lo consideren. Así con estas, en política todos esperan un intenso año de provocaciones de parte de los sectores nacionalistas catalanes que llevarán al parlamento catalán a aprobar otro número de textos y leyes con nula validez jurídica, hasta finalmente aprobar una ley de consultas catalana o bien pasar directamente a convocar un referéndum secesionista.

Como bien explica Carlos E. Cué en su artículo en El País, “Rajoy aplaza la batalla legal contra el desafío independentista de Mas”, esa paciencia que Rajoy esta encontrando tan virtuosa, evitará a este hacer un solo movimiento legal contra ninguno de los pasos dados por el parlament hasta que no lleguen a estos últimos movimientos: aprobación de ley de consultas o referéndum. Ambas son indudablemente inconstitucionales y para evitar este adjetivo habrían de pasar antes por las cortes, por una votación democrática en toda España y realizar un cambio constitucional que ampare de forma legal la secesión de Cataluña.  Es decir, impulsar la reforma de la Constitución para encajar la votación, la vía del PSC.

Se tome la iniciativa que se tome, aunque sea la vía rápida postulada por la actual mayoría parlamentaria catalana, la de convocar una consulta en el 2014, el camino es lo suficientemente largo para que, como explica el autor antes citado, Rajoy espere “con un discurso amable y dialogante, sin darle a Mas la coartada para el victimismo”, provocando así que el Sr. Mas vaya “cociéndose en su propia salsa”.

El president Mas sabe que su proyecto no va a llevar a ningún sitio, al menos en esta legislatura. Cataluña no puede independizarse con la mayor deuda pública de España, los mercados no podrían financiarla (los expertos postulan que esto solo sería viable en una veintena de años), y a priori saldría de la UE. Tampoco el congreso aprobará ni ley de consultas ni mucho menos un referéndum, se declarará inconstitucional y la decisión de este tribunal se demorará años. Una vez ocurrido esto, el derecho internacional que tanto invocan los nacionalistas tampoco debería amparar una secesión votada unilateralmente por los catalanes. El Tribunal Supremo de Canadá interpretando la legislación internacional con respecto a Quebec lo deja muy claro:

«[La sentencia] Recoge la doctrina internacional clásica respecto al derecho de autodeterminación, que legitima una declaración unilateral de independencia en casos perfectamente tasados, como las situaciones coloniales, alejados todos ellos del quebequés y, podemos añadir, de nuestras propias regiones. Atributos particulares de un grupo de ciudadanos, como la lengua, la cultura o la religión, no atribuyen un derecho unilateral a la secesión en un Estado democrático.»

Mas sabe que su proyecto secesionista es inviable, pero ya apostó por él en las pasadas elecciones. La Diada de 2012 ofuscó su mente, y pensó que ese órdago al gobierno le haría ganar un importante rédito electoral a pesar de los impopulares recortes del Govern. La estrategia era buena: la crispación ciudadana por los recortes junto una adecuada propaganda culpando al estado central atraería hacia CIU el voto independentista que ahora parecía ir en serio con respecto a la idea de secesión y los federalistas o simplemente los votantes asiduos de CIU confiarían en que Mas obtendría beneficios para Cataluña presionando así al Estado.

Pero el “tiro le salió por la culata”. Los indicios de corrupción de Mas y los Pujol en la prensa, la falta de voluntad real en la ciudadanía catalana hacia ese proyecto secesionista, y la desconfianza de los independentistas más radicales hacia una CIU con el moderado y oportunista Duran i Lleida en la dirección, radicalizaron el voto. Los votantes de CIU ahora son en su mayoría federalistas o independentistas, y los independentistas más radicales concentraron su voto en ERC. Con respecto a las pasadas elecciones, el número de votantes nacionalistas no ha variado. En 2010 CIU-ERC sumaban 72 escaños con respecto a los 71 de 2012. Más bien la propuesta de consulta secesionista ha transportado 11 de los antiguos escaños de CIU a ERC, mientras los españolistas han acabado aumentando los escaños del PP y Ciutadans en contra del PSC, menos claros en sus ideas.

Tras estos resultados, habiéndose convertido el Sr. Mas en estandarte del secesionismo, y sabiendo la actual naturaleza de sus votantes, no le quedaba más remedio que hacer socio de gobierno a lo que cualquiera entendería como su contrario, ERC, solo por mantener la tensión del proyecto soberanista por el que había apostado. Sabe que no le llevará a ningún lugar, pero tiene que satisfacer a sus votantes que han optado por realizar la consulta, y a los de ERC que no dudan en querer aún más. El president sabe de donde vendrán las presiones en contra a lo largo de su deriva: los empresarios catalanes en algún momento se pronunciarán en contra de ese proyecto secesionista, el estado impugnará una hipotética ley de consultas e incluso la UE se pronunciará a través de distintos cargos, como ya lo esta haciendo, advirtiendo de los riesgos de ese proyecto.

Pero Mas tiene que demostrar firmeza, aún estando más debilitado que nunca, y ahora toca hacer números. La única carta que ya le queda jugar es la crispación. Al final de su legislatura quizás no haya habido una consulta, pero la crispación causada por la negatividad del gobierno central al proyecto, la culpa de todos los males de Cataluña a España, y el esfuerzo por haber tratado de llevar a cabo esa consulta pueden ser recompensados por el independentismo más radical, concentrando su voto de nuevo en una CIU que consideren realmente involucrada en la secesión de Cataluña. A su vez, CIU puede mantener su tradicional electorado si en cuatro años de gobierno la economía catalana llega a mejorar. Aquí ya tendría una segunda oportunidad para obtener privilegios del gobierno central manteniendo esa presión y quizás suficiente poder como para plantear un referéndum de forma más seria.

Por su parte Rajoy sabe que su parsimonia política y perfil bajo ahora se convierten en grandes virtudes mientras Mas se vea obligado a ir moviendo fichas presionado por ERC en el proceso independentista. Tratará de usar la intermediación de Duran i LLeida y su influencia entre los empresarios catalanes para traspasar la presión de forma indirecta sobre la Generalitat, evitando enfrentamientos frontales con el parlament hasta que llegue el momento de impugnar una ley de consultas, algo que todo el mundo espera de forma natural. Si las condiciones económicas son muy negativas es posible que esa presión acabe con la coalición CIU-ERC antes de acabar la legislatura. Sabiendo esto, el brazo de CDC de CIU, con el presidente de la Generalitat a la cabeza, tratarán de quitarse de en medio a Duran para así mostrar de forma inequívoca su clara naturaleza independentista. De ahí las criticas antes de la votación soberanista a Duran i Lleida, evitando así dudas en el futuro sobre una posible traición a UDC por este representado, tras haber votado a favor del texto aprobado en el parlament.

El panorama político catalán cuanto menos se muestra entretenido por unos años. Es difícil hacer conjeturas de cómo acabará. Si la encuesta realizada por el  diario catalán el Periódico tras la Diada de 2012 muestra de forma veraz la opinión de la sociedad catalana con respecto a la secesión, solo un 34,1% de los catalanes quiere la independencia. De los votantes de CIU, el 47,3% optaban por elegir la independencia y un 31,8% por un Estado Federal, y un 76,7% de los votantes de ERC preferían la independencia con respecto a un 18% que se conformarían con una Cataluña Federal dentro de España. Con estos datos es más que difícil imaginar que la secesión de Cataluña llegue a ser una realidad, por más rédito electoral que Mas obtenga de su estrategia política en estos años.

Por otro lado, lo que es seguro, es que si las provocaciones desde el parlament se mantienen a lo largo de toda la legislatura, y Rajoy sigue mostrando ese carácter apaciguado y dialogante que ahora observamos, podemos esperar un buen número de votos españolistas concentrados en el PP como de independentistas concentrados en CIU, por lo que podemos augurar, si la mejora económica acompaña, una repetición de ambos gobiernos en las próximas legislaturas.

La doctrina de shock habrá dado sus frutos: ¡Que Dios nos pille confesados¡



viernes, 11 de enero de 2013

El pueblo de Cataluña tiene, por razones de legitimidad democrática, carácter de sujeto político y jurídico soberano.


Cataluña perteneció a Hispania desde el origen de este término. Estuvo dentro de la Hispania fenicia (i-spn-ya) en el 800 aC, desde hace ya 2800 años, Cataluña ha pertenecido, al menos territorialmente, a Hispania, Spania o el Reino de España.

El desequilibrio fiscal por habitante en contra de la Corona de Castilla con respecto a la de Aragón varió entre cifras de un 400% superior en 1553, a un 838% en 1623 y hacia 1833, si cada castellano pagaba 29,5 reales, los de la corona de Aragón pagaban 11,5. Decía Quevedo en verso que “En Navarra y Aragón no hay quien tribute un real; Cataluña y Portugal son de la misma opinión; Sólo Castilla y León, y el noble pueblo andaluz, llevan a cuesta la cruz”.

Disfrutando de dicho desequilibrio fiscal entre ambas coranas, a finales del s. XIX se había desarrollado un eje de industrialización norte-periferia que convirtió al País Vasco en el centro de la industria siderúrgica, con Bilbao como capital industrial y financiera del norte, y una Cataluña donde se había desarrollado una potente industria textil y algodonera, con Cuba como el enclave comercial más fructífero que nunca antes había tenido la industria catalana, y con el puerto de Barcelona como base del intercambio comercial entre América y España. Muchos catalanes habían acudido a la isla a hacer “las Américas” volviendo enriquecidos y llenando Cataluña de bonitas casas coloniales. En el 1900, en Cataluña se localizaba el 94% de los usos mecánicos españoles y el 90% de los telares mecánicos.

Manuel González Portilla, de la Universidad del País Vasco, nos ofrece datos muy clarificadores del efecto económico de la dictadura franquista en el paisaje peninsular. El Valor Añadido Bruto (V.A.B.) industrial español del período 1955-1964 concentraba en el eje Cataluña-Cornisa Cantábrica el 46,78% de la riqueza general española, en una población que solo implicaba el 21,85% del total. Si uníamos Madrid, la participación industrial ascendía al 56,58% con una población que no llegaba a un tercio del total. De nuevo, la dictadura había lapidado la economía de la Meseta, Galicia y Andalucía, un 51,2% de la población española que solo producía un 25,9% del VAB español.

Hace solo 34 años, un 91% del electorado catalán votaba favorablemente por una constitución española que especifica en el artículo 8 “conocer una sola nación, la española” y que desarrollaría el modelo autonómico que ha dado lugar al Estado más descentralizado, y caro, de Europa, y que ha logrado un Estatuto de Autonomía catalán mucho más generoso que el de la Segunda República. 

Cataluña, al igual que el resto de España, se ha construido y ocupado por todos los españoles y con la participación de todos ellos. Actualmente, solo un 66,9 % de la actual población catalana ha nacido allí, de los nacidos antes del año 1973 un 52,3% (más de la mitad) nacieron fuera de Cataluña, y el 23,2% de toda la población catalana son de padres andaluces. ¿No es lógico entonces que la soberanía de Cataluña recaiga sobre todos los españoles?

Esto es algo que parece no quieren comprender los políticos nacionalistas catalanes cuando indican que “el pueblo de Cataluña tiene, por razones de legitimidad democrática, carácter de sujeto político y jurídico soberano”.
No disfrutaron de dicha soberanía más que por siglo y medio a lo largo de su historia, desde que el conde de Barcelona Ramón Borrel ll (972 - 1017) gobierna como un soberano con todas sus atribuciones y moneda propia, hasta la fusión del condado en la Corona de Aragón en el 1137, pero ahora quieren disfrutar de ella.

Para ello los nacionalistas catalanes quieren ampararse en el derecho internacional. Promulgan los convenios de Viena y la Resolución 1514 de 14 de Diciembre de 1960 de la ONU, una resolución que define lo qué ha de entenderse como pueblo colonial, siendo aquel, el pueblo que no ha alcanzado aún la plenitud de gobierno propio y que además habita en un territorio que está separado geográficamente del país que lo administra. El Derecho internacional le ha puesto límites a la Resolución 1514, se declara contrario a la Carta de las Naciones Unidas todo intento dirigido a quebrantar la unidad nacional y la integridad territorial de un país.

El Convenio de Viena de 1978, con respecto a la secesión de territorios, niega al nuevo Estado la pertenencia a los organismos (UE, ONU). 

La interpretación que hace el Tribunal Supremo de Canadá de la legislación internacional sobre el tema lo deja todo muy claro:

«[La sentencia] Recoge la doctrina internacional clásica respecto al derecho de autodeterminación, que legitima una declaración unilateral de independencia en casos perfectamente tasados, como las situaciones coloniales, alejados todos ellos del quebequés y, podemos añadir, de nuestras propias regiones. Atributos particulares de un grupo de ciudadanos, como la lengua, la cultura o la religión, no atribuyen un derecho unilateral a la secesión en un Estado democrático.»

Lo cierto es que, difícilmente los convenios de Derecho internacional puedan considerar legítima una declaración de independencia unilateral por parte del pueblo catalán, más cuando esta decisión se basa más en argumentos de conveniencia económica, y ajenos a ninguna clase de proceso colonial por parte del estado hacia Cataluña.

Las ventas al mercado interno español, mercado que la oligarquía industrial catalana siempre ha protegido, a veces en perjuicio del resto del país, han permitido un superávit histórico en la balanza comercial catalana. Sin embargo, hoy día, debido esencialmente a la crisis económica, esas ventas al mercado interno se han reducido mucho, siendo hoy día el 47% de las ventas catalanas, en contra de un aumento mayor de las exportaciones. Aunque esas ventas al mercado interno aún siguen permitiendo un superávit en la balanza comercial de Cataluña, la generalitat calcula que aún contando con un posible boicot español, la independencia le permitiría ahorrar aún un 1,8% de su PIB.

El referéndum de independencia no parece más que una quimera, e incluso un instrumento de crispación usado tanto por PP como CIU para desviar la atención le los ciudadanos sobre los procesos de recorte de gasto público propiciados por las administraciones que controlan.  Quizás también una forma de presión sobre el ejecutivo central por parte de la Generalitat para ser privilegiada fiscalmente.

Pero aunque todo esto no sean más que meras artimañas políticas, y aunque todos los expertos y entidades bancarias internacionales promulguen la imposibilidad o perjuicio que implicaría esa independencia a Cataluña por las dificultades de financiación de su enorme deuda, la mayor de todo el estado, es cierto que la viabilidad de Cataluña como estado independiente es real, al menos en un par de décadas, cuando solucione sus problemas financieros.

Esto lo saben todos lo políticos, pero la independencia se basa en una posible conveniencia económica para Cataluña, no en un expolio o trato injusto por parte de la administración central, ni ahora ni antes en la historia.

Los españoles habríamos de considerar la secesión de Cataluña, si así su pueblo lo quiere, y en mi opinión, si la realidad es la de una mayoría importante de la población catalana que desea la independencia, mediante un referéndum estatal se les debería permitir. Pero no en un momento en el que el perjuicio económico de dicha independencia provoque a los españoles, también catalanes, decenas de años de pobreza y dificultades.

Si Cataluña se ha construido por todos los españoles, todos los españoles tenemos derecho a decidir, y a permitir su salida cuando la situación general del país no provoque mayores estragos que un adiós a los que siempre fueron nuestros compatriotas. 

miércoles, 9 de enero de 2013

Mas evita buscar un reencuentro con el gobierno central


La lógica nos puede decir que se ha de apostar por el eje Mediterráneo, que Zapatero impulsó en Bruselas para su financiación, y que finalmente la UE ha aceptado dejando de lado el eje central por Aragón, el del TCP. La zona que atravesaría el corredor mediterráneo concentra cerca del 40% de la población de España y el 45% de su PIB. Aglutina además el 65% del tráfico marítimo. Según informes avalados por las Cámaras de Comercio de Cataluña y de la Comunidad Valenciana, tendría una rentabilidad superior al 11%. Si las conexiones con los puertos fueran las adecuadas, se evitaría la circulación de camiones (con el consiguiente beneficio ecológico) y se podría arañar actividad portuaria a Hamburgo y Rotterdam. Pero el eje mediterráneo tiene un problema: exige una fuerte inversión. El ministro Blanco anunció en marzo que lo dotaba con 51.000 millones. Pronto empezaron a escucharse las primeras críticas. Por ejemplo, las del consejero de Infraestructuras valenciano, Mario Flores, que reprochó que no estaban definidas todas las fechas de licitación. Algunos expertos, como el catedrático de Política Económica de la Universitat de Barcelona Germà Bel también advirtieron de que parte del dinero comprometido está en realidad destinado a conexiones con Madrid.

La realidad es que la elección de la apuesta de Bruselas se debe mucho a su promoción política por parte del PSOE.

El TCP por Aragón es 5 veces más barato de construir, puesto que el eje Mediterráneo necesitará de una vía paralela en una zona costera muy construida de la que se necesitarán también licencias de construcción. Un estudio cuantifica en 41.500 millones el tramo del litoral, que se alargaría a Finlandia, frente a los 8.697 millones del eje de la TCP. El proyecto incluye construir líneas que ni siquiera ha previsto el Ministerio de Fomento. La factura íntegra suma el 78% de la inversión prevista para toda la Red Transeuropea.

El TCP podría implicar 1.200 millones anuales de beneficio al conjunto del país y una zona mucho más deprimida que la Mediterránea. Sería el túnel por el que cruzaría una línea ferroviaria de gran capacidad hacia Francia. Una línea que, en suelo peninsular, llegaría hasta Madrid y ahí se bifurcaría en dos ramales, uno hasta el puerto andaluz de Algeciras, y otro hasta el portugués de Sines. Podría conectarse directamente a través de Madrid con el puerto de Valencia, único junto con Almería que dispone de suficiente calado para que accedan grandes buques de contenedores, Barcelona no lo tiene, y además conectarse con el Magreb através de la línea central.

La construcción de la TCP generaría, en los años que duraran las obras, una actividad cifrada en 12.000 millones de euros. La Travesía Central del Pirineo podría llegar a captar entre 26 y 30 millones de toneladas transportadas anuales, diez veces más que el volumen total que se está transportando ahora por los pasos laterales del País Vasco y Cataluña.

Parece que el eje Mediterráneo ha sido finalmente la apuesta favorita de Bruselas y del PP en el gobierno central, pero si la apuesta nacionalista sigue en la misma línea se debería estimar de nuevo la alternativa del TCP para evitar la inversión de infraestructuras que finalmente no beneficien al conjunto de España. 


FUENTES DE INFORMACIÓN PARA LA ELABORACIÓN DEL ESCRITO: