Recientemente he recibido un comentario poco agradable en mi blog que reza: “existe una
mayoria mínima del 55% ( no del 47% como comenta el artículo ) de una parte de
los ciudadanos catalanes que no comparten..... es mas, repudian su españolidad”.
Y esto si es muy significativo ( característica ancestral catalana a pesar de
su inmigración española )”. Dicha afirmación resulta tan contradictoria como cuando leíamos
en los medios al director del colegio La
Llauna de Badalona, José Antonio Armario (un apellido muy español por
cierto), decir que en el día de la Hispanidad “no tienen nada que celebrar”.
La contradicción que entiendo en esta afirmación se debe a
dos motivos:
HISTORICOS: Esa españolidad o hispanidad que el comentarista Joaquim Puig dice tanto repudia a los catalanes, ha acompañado al territorio de Cataluña desde tiempos
de los fenicios. Con los romanos el término "Hispania" correspondía
al territorio que ocupaban en toda la península, incluida Cataluña y Baleares, y durante el dominio
visigodo, el rey Leovigildo,
tras unificar la mayor parte del territorio de la España peninsular a fines del
s.VI, se titula rey de Gallaecia,
Hispania y Narbonensis. Cataluña se encontraba dentro de la Hispania visigoda.
Con la invasión musulmana el nombre de Spania o España se transformó en اسبانيا,
Isbāniyā. A partir de los últimos años del siglo XII se generaliza
nuevamente el uso del nombre de España para toda la península, sea de
musulmanes o de cristianos. http://es.wikipedia.org/wiki/Espa%C3%B1a#Uso_del_t.C3.A9rmino_Espa.C3.B1a_hasta_la_Edad_Media
Por ello, los catalanes, como los vascos, aragoneses o
castellanos se consideraban hispanos o spaniae, términos que en la edad media
eran meramente conceptuales y no implicaban ningún sentimiento de nación, concepto que no existía en la época,
pues las relaciones territoriales se limitaban a meras relaciones de vasallaje
entre nobles, pero que se usaban habitualmente. Por poner un ejemplo, el tan
venerado por el nacionalismo catalán rey Jaime I de la Corona de Aragón se despidió del Santo Padre, diciendo:
"Barones, ya podemos marcharnos: hoy a lo menos hemos dejado bien puesto
el honor de España". http://es.wikipedia.org/wiki/Concilio_de_Lyon_II
Tras la unión dinástica de Castilla y Aragón, se comienza a
usar en estos dos reinos el nombre de España para referirse a ambos,
circunstancia que, por lo demás, no tenía nada de novedosa. http://es.wikipedia.org/wiki/Espa%C3%B1a#Origen_de_la_palabra_Hispania
La concepción de las
actuales naciones europeas como España, Francia, Inglaterra, Alemania, etc
comienza en la edad moderna, s. XVI, y por supuesto se topan con el
nacionalismo emergente entre los antiguos reinos, en el caso de España,
especialmente con los castellanos, que consideraban a Carlos V un rey
extranjero y no entendían el porque de sufragar los gastos de su imperio. Se
revelaron, perdieron las guerras comuneras y fueron masacrados, motivo por el
cual acabaron pagando ingentes cantidades en impuestos de las que se libraron
otros reinos como los de Aragón y Navarra. Pero desde luego esos pagos fueron
muy a su pesar, y nunca porque se sintiesen más españoles que los catalanes o
navarros.
A Cataluña le tocaría 100 años más tarde, afectados por las
reformas unionistas del Conde duque de Olivares, en 1640, se produce el conocido
levantamiento de los segadores al grito de “Visca el rei d´Espanya i muiren els
traidors!”, asesinando y saqueando tanto soldados reales como a nobles y
burgueses catalanes de los que estaban hartos por su opulencia. Pero buena
parte de la sociedad catalana de la época se sentía tan española que, ante la poco
democrática decisión del entonces presidente de la Generalitat Pau Claris, de
hacer una republica independiente catalana bajo protección francesa, acatando a
Luis XIII de Francia como su nuevo soberano Luis I de Cataluña , provocó una guerra
civil en la misma Cataluña entre secesionistas y realistas. En 1649 los
realistas avanzaron hasta casi Barcelona, donde el
comportamiento de los franceses hizo inclinarse la balanza nuevamente a favor
del español Felipe IV produciéndose
incluso varias conspiraciones en este sentido, siendo de destacar la
protagonizada por doña Hipólita de Aragón, baronesa de Albi. Acabaría, la
guerra, Felipe IV echaría a los franceses de Cataluña y los jurados catalanes
pedirían al rey Felipe IV ser aceptados "por los humilísimos y fidelísimos
vasallos de Su Real Magestad (…) asegurándose V. Magestad que sacrificamos y
sacrificaremos siempre nuestras personas, vidas y haciendas al Real servicio de
V. Magestat
En 1691 Francia invade Cataluña, hasta sitiar Barcelona en
1694, que ha de ser reconquistada de nuevo con la ayuda de tropas reales españolas e
inglesas. http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_los_Nueve_A%C3%B1os
La constante tensión contra
Francia hizo que los catalanes les odiasen, hasta el punto de evitar la
emigración francesa hacia Cataluña, por lo que Gerona llegó a permanecer casi despoblada durante la segunda
mitad del s. XVII. Hecho que nunca ocurrió con respecto al resto de españoles.
Castellanos, navarros y catalanes emigraban a lo largo y ancho de la península
a sus anchas y a partir del s.XVIII, bajo el estímulo de una economía en
expansión que necesita ampliar sus relaciones de intercambio, cientos de
comerciantes catalanes emigran para establecerse en Andalucía, en Castilla, en
Galicia, en Murcia ..., por todas partes. Esto explica que, según el Instituto
Nacional de Estadística (INE), los apellidos españoles como García, Martínez y
López siguen siendo los más comunes de los catalanes como en el resto de España,
y que los apellidos de origen estrictamente catalán no se encuentran en
Cataluña hasta la posición 26, 27, 31, 33 y 36
El nacionalismo catalán ha
efectuado una tergiversación histórica tan obscena que a muchos catalanes ha
hecho pensar que España como nación no tiene más de 300 años de historia, que
esto comienza con la guerra de sucesión contra el famoso Felipe V, llegando
incluso a cambiar el nombre por “guerra de secesión” y convirtiendo a Rafael
Casanova en mártir de la independencia catalana. Casanova no fue ningún mártir pues murió de viejo, perdonado por Felipe V, y ejerciendo toda su vida de
abogado, y sentía la misma españolidad que probablemente sentían el resto de
catalanes en la época constatada en su patriótico pregón de 1714 antes que las tropas
franco-españolas entrasen en la sitiada Barcelona:
“protestando por todos los males, ruinas y desolaciones que
sobrevengan a nuestra común y afligida patria y por el exterminio de todos los
honores y privilegios [recibidos] quedando esclavos con los demás engañados
españoles, y todos en esclavitud del dominio francés.
Pero hay que confiar en que todos, como verdaderos hijos de
la patria amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados a fin de
derramar gloriosamente su sangre por su rey, su honor, por la patria y por la
libertad de toda España”.
Así, la repugnancia histórica de los catalanes hacia su
españolidad que nos comenta sin fundamento Joaquim Puig, es rebatida incluso
por académicos nacionalistas como el catedrático de Filología Catalana
de la Universitat de València, Antoni Ferrando, que más bien explican lo
contrario:
A partir del s. XVI "un profundo complejo de
inferioridad se adueña de los catalanófonos ante un castellano imperial,
considerado como lengua elegante y refinada por antonomasia".
Por otro lado, el sentimiento catalán antifrancés reavivado
por la guerra del Rosellón de 1973 en la que estos volvieron a atacar
Cataluña, así como el esplendor económico de Cataluña con los Borbones, ayudaron a que, cuando en el 1810 la política de Napoleón, tras la invasión
francesa, independizó a Cataluña de España y el catalán aparecía como lengua
co-oficial con la senyera colgando del balcón de la Generalitat, los catalanes
hicieron caso omiso y continuaron luchando junto al resto de los españoles
contra las tropas francesas. En el 1812 se firmaría la primera constitución
española, “La Pepa”, con la aprobación de varios políticos catalanes, y dos
años más tarde terminaría la guerra de la independencia española o guerra del
francés para los catalanes.
Así, en una época tan tardía como en 1893, Francesc Cambó
escribiría: “En su conjunto, el catalanismo (…) tenía todo el carácter de una
secta religiosa. Puede decirse que todos los catalanistas se conocían entre
sí”. A lo que las palabras de Josep Pla añadirían: “Los catalanistas eran muy
pocos. Cuatro gatos”.
La oligarquía catalana siempre quiso proteger su comercio
interior con España, hasta el punto que el acuerdo librecambista con Gran
Bretaña del gobierno progresista de Espartero, aupado al poder por un
levantamiento del proletariado y liberales en las ciudades de Barcelona, Madrid
y Zaragoza, provocó otro levantamiento de nuevo en Barcelona, la jamancia, esta
vez contra el gobierno que antes habían aupado al poder. Un general catalán de
Reus, Prim, acabó bombardeando Barcelona, y fue Narváez, quien a través de un
golpe de estado los sacó del poder asumiendo de nuevo los intereses
proteccionistas de la oligarquía catalana y castellana, hasta hundir la meseta en la miseria más rural.
La pérdida de Cuba 1898 cambió la connotación meramente
cultural del nacionalismo catalán de mediados del XIX, a otro político,
territorial y germen del secesionismo que hoy día conocemos. Esto se puede
observar en frases como la del político y escritor catalán Prat de la Riba:
“Había que saber que éramos catalanes y que no éramos más
que catalanes... Esta obra no la hizo el amor... sino el odio.”
Aún así, el sentimiento secesionista y antiespañolista nunca
llegó a calar en exceso entre la población catalana. El levantamiento militar
del catalanófobo Primo de Ribera, contradictoriamente recibió el apoyo de la
burguesía catalana, que buscaba la vuelta del orden en las calles, instaurando
una dictadura en 1923 que conllevaría un periodo de relativa paz. Tras la caída
de Primo de Ribera se declara en Madrid el 14 de abril de 1931 la 2ª República,
seguido de Francesc Macià proclamando desde el balcón de la antigua Generalidad
de Cataluña la República Catalana dentro de una federación de pueblos ibéricos.
El escaso apoyó que recibió le hizo declarar la Generalidad de Cataluña, y en
1932 se aprobó un estatuto de autonomía.
La dictadura franquista y su represión contra Cataluña, su
cultura, y el resto de españoles progresistas lo cambio todo. No solo los
catalanes, sino todos los españoles guardamos desde entonces un desprecio
importante hacia nuestro país, donde el mínimo patriotismo se confundía con ser
“facha”.
Pero el gobierno democrático que hoy conocemos en España, el
estado de las autonomías que garantizan su autogobierno y su cultura hasta
límites que no se conocían en la historia moderna de este país, parecía haber
hecho olvidar ninguna intención secesionista considerable en Cataluña...
PRÁCTICOS: Para evitar prejuicios, basándonos en las
encuestas del ICPS: Institut de
Ciències Polítiques i Socials de Cataluña, entre el 1993 y el 2007 el
porcentaje de la población catalana de acuerdo con la independencia en una pregunta cerrada de SI o NO, no había
variado en todos esos años en cifras en torno al 35%.
Si las posibilidades de la encuesta se amplían, el Centro
de Estudios de Opinión ofrece que desde el 2005 hasta el 2009 el porcentaje entre
la población catalana que quería la independencia como tal variaba desde el 13,6%
al 21,6% respectivamente, para pasar en diciembre de 2012 al 44,3%. Con
respecto a los mismos que querían un estado federal, en los mimos años las
cifras variaban desde el 31,3% en 2005 hasta el 29,9% en 2009 y 25,5% en 2012.
Y con respecto a lo mismos que querían una Comunidad Autónoma como actualmente, los resultados variaban desde el 40,8% al 36,9% en 1993 y 2005 respectivamente, para finalmente
presentar el porcentaje del 19,1% en 2012. El resto de encuestados querían que
Cataluña fuese una región o bien no sabían/no contestaban.
Por tanto, los porcentajes de apoyo a la independencia han
sido relativamente bajos como país democrático, en torno al 35% si la respuesta
es de sí o no sin más alternativas según los estudios del ICPS, y del 15% si se
permite la opción de Estado Federal, para ser incrementados solo actualmente
desde el estallido de la crisis en el 2009. Yo, al contrario que el Sr. Puig, no concluiría la existencia de un repudio “ancestral” de los catalanes a su
españolidad, más bien es algo de solo los últimos 4 años muy explotado como
sabemos por la Generalitat.
¿Qué conclusiones podemos obtener de todo esto?
Que históricamente los catalanes se han sentido tan
españoles como cualquier otro habitante de este país ya fuese navarro, vasco,
castellano, andaluz, gallego o valenciano.
Que históricamente la Generalitat ha mostrado gran destreza
en cargar a los castellanos, los españoles o a España como tal, los males que a los catalanes acontecen . Remitiéndonos a la historia, la firme voluntad
de los virreyes en Cataluña de acabar con el bandolerismo (incluso prohibiendo
la posesión de determinadas armas) levantó las susceptibilidades de las
instituciones catalanas a mediados del s. XVII, contribuyendo con clara intencionalidad
política a la difusión del mito de la «conspiración castellana» que caló hondo entre
las capas de la población, uno de los motivos que llevaron al levantamiento de
los segadores en el 1640, aunque la opulencia de sus nobles también hizo que se
revelasen contra ellos.
Felipe V, un absolutista en toda regla, dio motivos sobrados
de suspicacia al gobierno catalán sobre sus pocas intenciones de respetar sus
instituciones, puesto que comenzó a intervenir en ellas de forma directa. Pero también
es cierto que dio todo tipo de concesiones a las cortes catalanas, más de las
que habían recibido en 200 años, llegando incluso a respetar las constituciones catalanas por encima de la voluntad real, y aún así, como explicaba en la
época el marqués de San Felipe, “por tantas gracias y mercedes
que se concedieron, se ensoberbeció más el aleve genio de los catalanes ;
la misma benignidad del Rey dexó mal puesta la autoridad, porque blasonaban
de ser temidos y pidieron tantas cosas, aun superiores
a su esperanza para que la repulsa diesse motivo a la
quexa y algún pretexto a la traición que meditaban
...”.
Hoy día, la estupidez mostrada por el gobierno central del
PP atacando de forma directa cualquier moviendo con respecto al proceso
soberanista aunque no tenga ninguna validez jurídica, o la fulminante destitución del
fiscal jefe de Cataluña en la que posiblemente ha intervenido el ministerio, están
acrecentando de forma exacerba el sentimiento independentista y antiespañolista
catalán, algo relativamente nuevo, al menos en las proporciones actuales.
Por parte del gobierno central, a la gestión de la
crisis, sus recortes y las limitaciones de déficit a las autonomías, se une un
ataque directo hacia el proceso soberanista, acciones que parecen tener la intención de sacar de las portadas de los medios los casos de corrupción del PP, especialmente el
referido a Bárcenas.
La crispación que esto esta provocando en la sociedad
catalana, en un terreno ya sembrado por el rechazo a lo español desde hace 30
años por el gobierno de la Generalitat, ha llevado a un sentimiento de rechazo
hacía este país entre la población catalana, que es compartido por el resto de españoles.
Quizás el gobierno central debería permitir al menos una
consulta no vinculante, que hiciese desaparecer esa crispación y deseo a lo
prohibido, y permitir expresarse a la población catalana. Pero parece que al PP
le interesa más mantener la crispación para olvidarnos de sus casos de corrupción.
Si la situación sigue en la misma línea, no sería de extrañar que acabemos
viendo una Cataluña independizada, causando el mayor de los estragos a los
catalanes y resto de españoles, por culpa de una gestión estúpida por parte del
gobierno central del PP.