Encontré dicho artículo exageradamente sesgado, presentando una historia tergiversada y completamente imparcial ajena al consenso que existe entre los diferentes académicos expertos en la materia, y se observaban en el escrito importantes errores que documento abajo. Me hicieron dudar incluso que dicho escrito pudo ser escrito por un catedrático de historia, y hoy quiero dar la razón al ministro Wert. Se necesita un pacto de estado que determine al menos una historia consensuada, basada en la realidad de los hechos, y que así se pueda enseñar a los alumnos españoles.
Los errores y tergiversación que en el escrito se observan son tan importantes y obvios, que me resulta difícil creer que sea el desconocimiento la causa de su producción, y menos en un académico en la materia, lo que me ha suscitado que más probablemente se deban a una malintencionada idea de obtener entradas en su blog y atención de los sectores más secesionistas y nacionalistas de Cataluña.
He rogado a otros académicos que presenten sus valoraciones sobre este texto, por lo que quizás podamos encontrar algún comentario de estos en el blog del autor en el futuro.
Les expongo abajo los comentarios y valoraciones por mí producidas sobre dicho texto, que he intentado documentar en la medida que he sido capaz, usando las referencia de otros académicos universitarios de toda España, y les presento después el texto original al que me refiero, con un enlace al blog donde esta publicado:
Ciertamente la Asamblea de Paz y Tregua de Toluges,
convocada por el abad Oliva en 1033, inició un “proceso de dialogo político en
los condados catalanes que generó formas políticas participativas” y que a su
vez desarrollarían unas cortes participadas por la nobleza, clero y burguesía
catalanas que desarrollarían un proceso legislativo a ser respetado por el
conde de Barcelona o subsecuentes reyes. También en 1188 el rey leonés Alfonso IX convocó
por primera vez al pueblo llano a participar en las decisiones de la curia regia (Cortes de León
de 1188), aunque ciertamente las cortes castellanas sucumbieron a “la
voracidad de poder de los monarcas de los siglos XVI y XVII”. Tanto que, tras
el aplastamiento de las revueltas comuneras en el 1522, llevaron a Castilla a
sufrir, en palabras de Gonzalo Martínez Díez, catedrático de Historia del
Derecho Español, 1976, "más
de dos siglos (época austracista) donde el peso fiscal de la Monarquía se
vuelca casi exclusivamente sobre Castilla, sistemáticamente exprimida... por
los desproporcionados impuestos de los que se verán libres los otros reinos…”.
Si, como textualmente explica Emiliano Fernández de Pinedo,
de la Universidad del País Vasco,"desde una perspectiva exclusivamente
fiscal, la aportación de las élites catalanas a la Corona (española) en el
siglo XVII fue escasa en momentos normales y solo se incrementó coyunturalmente
por motivos bélicos, sin que se llegase nunca al nivel contributivo de la
población castellana”, por otro lado el catedrático antes citado exponía que el
desequilibrio fiscal por habitante en contra de la Corona de Castilla con
respecto a la de Aragón varió entre cifras de un 400% superior en 1553, a un
838% en 1623 y hacia 1833, si cada castellano pagaba 29,5 reales, los de la
corona de Aragón pagaban 11,5.
Mientras usted gratuitamente explica que el sentimiento
identitario catalán se basaba en “los derechos y deberes marcados por la ley”
de sus cortes, otros podemos creer con la misma convicción que estos, en caso
de su existencia, podían deberse a los importantes privilegios fiscales que
recibían por ser catalanes.
Entrando en otros debates, lo siguiente que he leído en su
artículo me ha provocado mayor preocupación por lo sesgado, manipulado, tergiversado
y falso de lo expuesto:
Comienza indicando que la guerra de Sucesión fue la primera
gran guerra europea. Desconozco el motivo por el cual usted olvida la guerra de
los Treinta años, entre los años 1618 y 1648, en el que participaron todas
las potencias Europeas de la época, y cuyo desenlace produjo la perdida de la
hegemonía española y conllevó el equilibrio de fuerzas en Europa, y convirtió a
Francia en uno de los principales actores que condicionarán la política europea
desde ese momento. Durante esta guerra la Generalitat de Cataluña tomó la
unilateral y no democrática decisión, de la mano del entonces president, Pau
Claris, de hacer de Cataluña una república independiente bajo protección
francesa, para tratar de apaciguar a aquellos segadores, que hoy dan nombre al
himno de la Generalitat, y que en aquel entonces asesinaban tanto a los
soldados reales españoles, como a los nobles y burgueses catalanes porque
estaban hartos de su desprecio y opulencia. Aquello acabó en una guerra civil
nombrando al rey Luis XIII de Francia como
Luis I de Barcelona. Padecerían lo que habían intentado evitar: sufragar el
pago de un ejército y administración extranjeros, en este caso francesa, hasta
conspirar contra los franceses para poner de nuevo Cataluña bajo la autoridad
de Felipe IV. La delicada situación de España en la guerra de los Treinta años,
con frentes por guerras secesionistas abiertos gracias a la hábil política de
Richelieu en Portugal, Cataluña, y Flandes, acabaría con la pérdida de Portugal
y de todos los territorios que a está se la permitió conquistar en America
durante los 60 años de pertenencia al imperio, Flandes y también la perdida de
los territorios catalanes del Rosellón, el Conflent, el Vallespir y parte de la
Cerdaña que pasaron a Francia.
Dejando atrás este apunte, para mi sorpresa usted indica que Felipe de
Anjou es coronado como Felipe V de castilla, y I de los estados de Aragón.
¿Ciertamente un académico de su talla desconoce que el que fue coronado como
Felipe I de Aragón fue Felipe II (de Castilla), gobernando entre 1556-1598. Le
ofrezco aquí el enlace a la GEA (Gran Enciclopedia de Aragón) ofrecida
gratuitamente por el periódico de Aragón para su comprobación: http://www.enciclopedia-aragonesa.com/voz.asp?voz_id=5545
Tanto en Castilla como en Aragón, Felipe V tomó el mismo
nombre, le presento también aquí unas monedas de Aragón y Mallorca de la época
para su comprobación http://www.maravedis.net/felipe5.html:
Tipo: P-001 Valor: DINERO DE ARAGÓN
|
Material: Cobre Peso: 0.7 gr Medida: 13 mm
|
Anverso: PHILIPPVS V D G REX (Felipe V por la gracia de Dios rey) rodeando la cabeza del rey a derechas dentro de una orla circular
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Reverso: M ARAGONVM (de Aragón ) FECHA rodeando a una orla circular que contiene un cuartelado con 4 cabezas
|
Tipo: P-003 Valor: DOBLER DE MALLORCA
|
Material: Cobre Peso: 2 gr Medida: 14 mm
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Anverso: PHILIP V R ARAG (Felipe V rey de Aragón) alrededor de un círculo, y en su interior la cabeza del rey a izquierda con un 2 (valor) a la derecha
|
Reverso: MAIORIC CATOLIC (Mallorca católica) alrededor de escudo coronado y cuartelado con una cruz pasante y en los cuarteles 1º castillo, 2º león, y 3º y 4º flores de lis
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Ceca: MALLORCA
|
Pero lo que más me sorprende es que de una forma tan trivial y poco
consensuada usted proponga que el apoyo al Archiduque Carlos por parte de
Cataluña, en vez de a Felipe de Anjou, se debiera a que el primero representaba
“a las potencias constitucionales proto-democráticas y proto-industriales:
Inglaterra y Holanda, y la monarquía benevolente de Austria, respetuosa con las
libertades de los pueblos a ella vinculados”.
Obvia usted que las Cortes Catalanas que sometían la
autoridad de los monarcas españoles a sus leyes, no fueron aprobadas hasta
precisamente Felipe V, quien aprobó este tribunal, para deleite de la nobleza
catalana, que mediante los «defensores de la observancia de las leyes» pusieron
a prueba el reconocimiento de estas por parte del monarca. El mismo Felipe V se
daría cuenta de las limitaciones que el Tribunal de Contrafacciones suponía
para su «real voluntad», y reconocería poco después que tras la Cortes de
1701-1702, los catalanes «habían
quedado mas Repúblicos que el parlamento alusivo a ingleses». http://es.wikipedia.org/wiki/Tres_Comunes_de_Catalu%C3%B1a#Abolici.C3.B3n_de_los_Tres_Comunes_de_Catalu.C3.B1a
Como comenta el mismo Pedro Voltes Bou, “el monarca trató de
concitarse la benevolencia de los catalanes no sólo con la generosidad en las Cortes, sino con su acogedora actitud personal. En las Cortes se había obtenido la satisfacción
del viejo anhelo de comerciar con
América y se trazaban cauces
más favorables para el resurgimiento económico de Cataluña”. (http://www.raco.cat/index.php/BoletinRABL/article/viewFile/196387/269870
Pero como explicaba en la época el marqués de San Felipe. “por tantas gracias y mercedes que se
concedieron, se ensoberbeció más el aleve genio de los catalanes ; la misma benignidad del Rey
dexó mal puesta la autoridad, porque blasonaban de ser temidos y pidieron tantas
cosas, aun superiores a
su esperanza para que la
repulsa diesse motivo a la quexa y algún pretexto a la traición que meditaban
...”.
Como explica Virginia León, de la Universidad Complutense de
Madrid, con el establecimiento de la Corte temporalmente en Barcelona “los cargos palatinos fueron ocupados
por nobles españoles, principalmente catalanes” (P. Voltes, 1966, I: 518). “El
limitado apoyo recibido por el pretendiente austríaco puede explicar la
abundante concesión de mercedes y títulos de nobleza a sus partidarios. Esta
política, que ha sido definida como de oportunista y demagógica (J.Mª Torras i Ribé, 1981: 207), iba
dirigida a confirmar, mantener y aumentar la adhesión de los españoles a Carlos
III de Austria”. Las concesiones recibidas por la nobleza catalana de Carlos de
Austria fue lo suficiente importante como para traicionar a Felipe V, rey que
en principio la nobleza catalana reconoció, como así lo hicieron el resto de
territorios españoles y europeos, y que además de respetar los Fueros
catalanes, también les daba los mayores privilegios en 100 años.
Lo que cambió el curso de las afecciones en Europa, fue la precipitación y
prepotencia de Luis XIV, que hizo saber que mantenía los derechos sucesorios de
su nieto, Felipe V, a la corona de Francia, por lo que concentraba el poder de
dos de las coronas más poderosas de Europa en un mismo monarca, desequilibrando
el poder europeo a favor de este. Con respecto al caso catalán, fue el mero
oportunismo de obtener aún mayores privilegios de Carlos de Austria, lo que les
llevó a decantarse por el apoyo a este, y se equivocaron en la apuesta.
Tras su novelesca argumentación de los hechos que en todo caso muestra
la verídica valentía del pueblo catalán en aquella guerra, evita comentar que Felipe
V en 1714, volvió a negociar con los catalanes, los cuales (desconocedores de
los términos de Rastadt, que suponía el abandono definitivo de Carlos VI) lo
rechazaron.
La historia no reconoce represalias de Felipe V al pueblo catalán, solo
se sabe que se exilió a quienes apoyaron a su rival, durante la guerra ambos
contrincantes procedieron a la confiscación de bienes de los vencidos, y esta
constatado que, como explica Virginia León entre otros, “poco después de
finalizar la Guerra de Sucesión, Felipe V había iniciado un proceso de
normalización con la concesión del perdón a quienes habían faltado al juramento
de fidelidad, o, al menos, a sus familias”, entre ellos el conocido “martir”
Rafael Casanova, que como tantos otros fue perdonado por el rey, volvió del
exilio y murió de viejo.
Cuando usted dice: “el saqueo fiscal del país se organizó a
partir del Cadastro y un conjunto de medidas represivas se articularon a partir
del denominado decreto de Nueva Planta”, la historia demuestra que mediante
esas políticas centralizadoras, como el catastro, la apertura de todos los
puertos españoles al comercio con América, la abolición de los aranceles entre
reinos, y el disfrute aún de unos importantes privilegios fiscales con respecto
a Castilla, Cataluña pudo desarrollar un espléndido comercio transatlántico y
usar el resto de España y las colonias como mercado interno para cambiar una
economía de subsistencia, a una economía enfocada a la venta de vinos,
productos textiles, aguardientes, etc. Y dicho comercio dio lugar en el s. XIX
a una importante industria textil, algodonera, de exportación de vinos y
esclavos que convirtió el puerto de Barcelona en un referente para toda Europa.
Cuando usted dice: “durante las guerras napoleónicas hubo tanteos
para recobrar la independencia y recuperar las constituciones”, la historia
real explica que, posiblemente por el esplendor económico de Cataluña, cuando
en el 1810 la política de Napoleón, tras la invasión francesa, independizó a
Cataluña de España y el catalán aparecía como lengua co-oficial y la senyera
colgando del balcón de la Generalitat, los catalanes hicieron caso omiso y
continuaron luchando junto al resto de los españoles contra las tropas
francesas. En el 1812 se firmaría la primera constitución española, “La Pepa”,
con la aprobación de varios políticos catalanes, y dos años más tarde
terminaría la guerra de la independencia española o guerra del francés para los
catalanes.
Cuando usted dice que “la liberal Barcelona opuso una dura
resistencia a los Cien Mil Hijos de San Luis llegados para restaurar el
absolutismo de Fernando VII”, la historia cuenta que las fuerzas españolas
leales al gobierno liberal se enfrentaron con los franceses en Cataluña al mando
de Francisco
Espoz y Mina, pero no hubo apenas reacción popular de apoyo y debieron
retirarse, por lo que sin la misma resistencia popular, el ejército francés ocuparía
Madrid y seguiría
hacia Andalucía en
persecución de los liberales, hasta que Cádiz, sitiada y
bombardeada, obligó a Fernando VII allí retenido por los liberales a prometer
la Constitución
de 1812 y a cambio se rendiría la plaza.
Cuando usted comenta que los “carlistas aspiraban, lisa y
llanamente, a restaurar las constituciones catalanas medievales, y sus
reivindicaciones tenían un fuerte componente nacionalista”, se olvida explicar
que esos carlistas cuyo primer levantamiento fue en Talavera de la Reina
(Toledo), cuyos focos principales fueron después en Cataluña y País Vasco, se
apoyaban en la población rural más ultraderechista, católica,
contrarevolucionaria y anti-industrializadora, que instigados por el clero se oponían a la desamortización de bienes de la iglesia, mientras enarbolaban la bandera de la
Cruz de Borgoña, la bandera de España durante el periodo austracista.
Pero ciertamente, el conocimiento de historia que usted
demuestra lleva a la mofa, cuando explica que “demócratas y republicanos,
especialmente influyentes entre el nuevo proletariado, reivindicaban un régimen
constitucional progresista que hiciera compatible, mediante la federación, la
libertad de Catalunya en el nuevo marco de mercado “nacional” español,
propiciado por el estado liberal en construcción”, añadiendo que la ciudad de
Barcelona fue salvajemente bombardeada por el ejercito español, y que políticos
catalanes como Joan Prim intentaron “estimular iniciativas de modernización y
apuntando a un modelo democrático de concepción federal”, “alternativo al
inmovilismo que manifestaban las clases terratenientes, iglesia, banca
financiera y especuladora”.
Pero Señor Hernández, ¿desconoce usted que fue precisamente
el gobierno del trienio progresista, que mediante un levantamiento militar por
parte de Espartero y apoyado por Prim y por la burguesía urbana de ciudades
como Barcelona, Madrid o Zaragoza, llegaron al poder para tratar de instalar esa
política librecambista de apertura a los mercados exteriores a la que tanto
siempre se opusieron los oligarcas industriales catalanes?.
En efecto, el trienio progresista fue el único gobierno
liberal que trató de aplicar una medida librecambista seria, el acuerdo con
Gran Bretaña, que podría haber afectado a la industria catalana, y que en
Barcelona dio lugar al levantamiento popular de la Jamancia. Por una vez unidos en Barcelona
proletariado y burguesía catalana, tratando de impedir lo que consideraban un
daño a su industria, fueron bombardeados por Prim, donde pronunció su célebre
frase «O caixa o faixa» (es decir, o la caja para el entierro, o recibir la
faja de general) durante 13 horas, aplicando la proclama de Espartero: “para
que España vaya bien hay que bombardear Barcelona cada 50 años”. Seis meses
después, un pronunciamiento militar liderado ahora por los moderados,
terminaría el breve gobierno progresista, dando paso a un gobierno moderado de
diez años en manos del general Narváez. Contradictoriamente hoy en día se
pueden encontrar en Cataluña estatuas y calles en honor a Espartero y Prim,
pero ninguna a Narváez.
¿Desconoce también que el partido progresista solo se escindió en los partidos demócratas y republicanos a finales del s. XIX tras la muerte de Prim? A lo largo de este siglo siquiera pudieron afectar a los sucesivos gobiernos de liberales moderados o progresistas porque no existían.
Manuel González Portilla, de la universidad del País Vasco, explica
que las políticas proteccionistas que potenciaron el eje cornisa
cantábrica-Cataluña, arduamente defendido por la oligarquía industrial catalana
para mantener el mercado interno español a la venta de sus productos “terminarían también en el tren secular
frenando el dinamismo del mismo, mientras convertían al mercado español en un
mercado cautivo y explotado". En el 1900, en Cataluña se localizaba el 94%
de los usos mecánicos españoles y el 90% de los telares mecánicos.
Siguiendo con su escrito, ahora en referencia a la Guerra
civil española, leemos: “ El último gran esfuerzo se dio
con motivo de la Batalla del Ebro en la cual lucharon miles de jóvenes soldados
catalanes procedentes de las últimas reclutas. Tras la derrota el odio del
criminal dictador contra Cataluña se manifestó con el asesinato del presidente
de la Generalitat Lluís Companys el 1941. Durante la Dictadura, el régimen
propició el expolio del país”.
Se le olvida comentar que el último gran esfuerzo en la
guerra civil no fue en Cataluña, sino en Madrid, cuando sabiendo que la guerra se
sentenciaría allí, el 05 de marzo de 1939, en una última operación, las
unidades militares republicanas, controladas por comunistas, se dejaron 2000
almas en el campo de batalla. El 28 de marzo, las tropas sublevadas entraban en
Madrid, y en dos días los nacionales ocupaban sin resistencia todo el
centro-sur que había permanecido en el bando republicano durante toda la guerra
dando a su fin.
Pero Franco estuvo lejos de expoliar a Cataluña. Como explica
Manuel González Portilla, de la Universidad del País Vasco, “se construyó la
primera gran autopista española que conectaba Bilbao y Barcelona, País
Vasco-Cataluña y Valencia, y se prepararon nuevas estructuras que debían
desarrollar la tercera industrialización con la financiación y construcción de
las primeras centrales nucleares y el diseño de otras, el desarrollo de
potentes industrias petroquímicas en los dos extremos del eje - Tarragona y ría
de Bilbao-, nuevas industrias químicas, la cuarta planta siderúrgica del
Mediterráneo en Valencia -orientada a la promoción de industrias consumidoras
de laminados de aceros como el automóvil-, diversas metalurgias y bienes de
equipo”.
Este mismo autor ofrece datos muy clarificadores del efecto
económico de la dictadura en el paisaje peninsular. El Valor Añadido Bruto
(V.A.B.) industrial español del período 1955-1964 concentraba en el eje
Cataluña-Cornisa Cantábrica el 46,78% de la riqueza general española, en una
población que solo implicaba el 21,85% del total. Si uníamos Madrid, la
participación industrial ascendía al 56,58% con una población que no llegaba a
un tercio del total. De nuevo, la dictadura había lapidado la economía de la Meseta,
Galicia y Andalucía, un 51,2% de la población española que solo producía un
25,9% del VAB español.
Lo siguiente en su escrito sinceramente no me parece digno de
un profesional de la educación en activo:
- · “La jefatura del estado la asumió Juan Carlos de Borbón, colaborador intimo del Dictador”.
- · El nuevo régimen fue una democracia formal pero no real, ya que la cultura democrática no llegó a generalizarse.
- · Durante todo este proceso la autonomía catalana, aquejada también por el desgobierno y el despilfarro, sufrió falta de inversiones en infraestructuras y un terrible ahogo fiscal.
- · Finalmente el pueblo catalán salió a la calle el 11 de septiembre de 2012 para imponer sus deseos de libertad, contra el desgobierno, contra la monarquía trans-fascista y contra la corrupción.
Le proporciono unos cuantos episodios democraticos que usted
tampoco debe conocer:
El 15 de junio de 1977, se realizan las primeras elecciones libres
después de cuarenta años, y las candidaturas que recogían el espíritu
autonomista obtuvieron más del 75% de los votos y 37 diputados sobre 47
posibles. En 1978 se aprobaba la Constitución española, y en 1979 el nuevo
Estatuto catalán, un estatuto mucho más generoso que el aprobado durante la 2ª
República. La constitución de 1978 fue votada favorablemente hace solo 34 años
por un 91% de los catalanes, con un 4,65% de votos negativos y una abstención
del 32%.
El gobierno socialista en democracia, desarrollaría un modelo autonómico
que convertiría a España en el Estado más descentralizado de Europa, también el
más caro, y la actual Constitución Española del 78 permite ciertas asimetrías
en las CCAA de Navarra y País Vasco que no se encuentran en ningún estado
federal de occidente.
Usando el método ordinario que la Generalitat usaba desde el 2004, por
recomendación de sus técnicos, (carga-beneficio sin neutralizar con el gasto
estatal en cada comunidad), en una serie de 25 años, el déficit ha variado en
Cataluña entre el 5,5% y el 6,5%, y en el año 2009 presentaba un superávit del
2,1% (aunque fuese de la deuda contraída por el estado).
Los datos muestran que entre el 2001 y el 2012, Cataluña ha sido la
segunda comunidad en asignación de inversión en términos absolutos, el 14,6%
del total, solo por detrás de Andalucía y un punto más que Madrid.
Paradójicamente el gobierno central del PP aumento las inversiones en Cataluña
entre 1999 y 2004 una media del 33,32% anual, siendo reducidas a un incremento
2,58% en el periodo de Zapatero 2005-2007.
El Sr. Mas, en su entrevista en TV3, solo recordaba que desde 1995
Cataluña había multiplicado por 3 sus exportaciones implicando hoy día EL 53%
de las ventas catalanas. Pero, para mayor preocupación de las empresas
catalanas, no recordó que las importaciones habían crecido de forma similar, de
tal forma que el déficit comercial catalán con el exterior se ha duplicado
desde 1995, y en 2011, si Cataluña exportó 55.185 millones, importó 71.593
millones. Tampoco quiso dar cuenta que el resto de las ventas, el 47%, por un
valor de 49.389 millones, son al mercado interno con España. De esta forma, el
déficit comercial catalán con el exterior se ha más que duplicado, al pasar de
7.992 millones en 1995 a 16.400 millones en 2011. En paralelo, las ventas y las
compras de mercancías al resto de España también han aumentado en proporciones
similares, lo que ha permitido a la economía catalana mantener un amplio
superávit comercial, que ha evolucionado desde los 13.725 millones de euros en
1995, hasta los 22.000 millones en 2011.
Como conclusión final simplemente le comento esto:
El estado español permite que usted proporcione a sus alumnos una
educación xenófoba y nacionalista, fuera del más mínimo rigor histórico y sentimiento
democrático, y que otros personajes como la consellera Irene Rigau, puedan
expresar con total impunidad comentarios como que están “catalanizando el
sistema educativo” dedicándose a “traspasar la tradición y generar la
historia” para así hacer una escuela pública que “funde diferentes grupos
étnicos en un solo pueblo”, Refiriendose al siguiente concepto de fusión:
Editorial Santillana, libro de 5º de Primaria, «Cataluña es un país
situado al nordeste de la Península Ibérica».
Con este Estado Español, no resulta de extrañar que un docente con un
conocimiento tan limitado e intencionadamente sesgado y tergiversado de la
historia como el suyo, llegue incluso a catedrático de la Universidad de
Barcelona.
DE FELIPE V A
FELIPE VI: LA LUCHA DEL PUEBLO CATALÁN
Posted
on diciembre 6, 2012 http://destinorepublicano.wordpress.com/2012/12/06/de-felipe-v-a-felipe-vi-la-lucha-del-pueblo-catalan/
Francesc Xavier Hernàndez
Cardona.Historiador. Profesor de la Universidad de Barcelona.
La Asamblea de Paz y
Tregua de Toluges, convocada por el abad Oliva en 1033, inició un singular
proceso de dialogo político en los condados catalanes que generó formas
políticas participativas. Los Condes de Barcelona accedieron a gobernar
consensuado leyes o “constituciones” con representantes de la nobleza, las
ciudades y la iglesia, en el marco de un sistema de Cortes. Con el paso del
tiempo el cuerpo de constituciones que limitaban el poder de los condes y reyes
de Aragón se fue haciendo más voluminoso, configurandose en Cataluña un precoz
sistema político constitucional, según el cual el rey debía respetar y cumplir
las leyes pactadas en Cortes. Gracias a sus Constituciones, aumentadas
progresivamente, el estado catalán pudo esquivar la voracidad de poder de los
monarcas de los siglos XVI y XVII. En ese momento el fuerte sentimiento identitario
catalán se basaba, como después sucedería con las revoluciones liberales, en
los derechos y deberes marcados por la ley; es decir en una base más política
que cultural. Era catalán todo aquel que gozaba de las libertades que
garantizaban las Constituciones. Pero con la muerte, sin descendencia de Carlos
II de Habsburgo, el 1700, y la entronización de Felipe V en las coronas
hispánicas las cosas se complicaron en el contexto de lo que fue la primera
gran guerra europea.
La Guerra de Sucesión Española fue un terrible enfrentamiento entres
dos concepciones sobre el futuro de Europa, y del mundo. Luís XIV y su nieto,
Felipe de Anjou, coronado como Felipe V de castilla, y I de los estados de
Aragón tenían un proyecto de futuro muy claro: una dictadura totalitaria de
carácter mundial que pretendía aniquilar cualquier veleidad constitucional. A
partir del 1700, con Francia, los reinos hispanos y las respectivas colonias en
sus manos Luís XIV acariciaba la monarquía universal. Frente a esta pretensión
se oponían las potencias constitucionales proto-democráticas y
proto-industriales: Inglaterra y Holanda, y la monarquía benevolente de
Austria, respetuosa con las libertades de los pueblos a ella vinculados. Este
frente de progreso proponía que el Archiduque Carlos, Carlos III, se hiciera
cargo de los reinos y estados hispánicos. Carlos tuvo numerosos partidarios en
Castilla y Aragón y contó con el apoyo entusiasta de Cataluña, el pequeño país
que ostentaba el liderazgo en cuanto a experiencia y desarrollo constitucional
proto-democrático y proto-industrial. La supervivencia del estado
constitucional catalán dependía de la victoria de las fuerzas aliadas. Los
catalanes, junto a aragoneses, valencianos, mallorquines y no pocos castellanos
lucharon denonadamente contra la barbarie absolutista.
La guerra fue
durísima, los aliados estuvieron a punto de ganar en varias ocasiones pero Luis
y Felipe se mantuvieron. En el 1710 la situación política giró. Carlos tuvo que
hacerse cargo del reino de Austria y el Imperio. Los ingleses y holandeses
recelaron ya que si Carlos controlaba Austria y España podía reeditarse el
imperio de Felipe II. Franceses, ingleses y holandeses decidieron pactar la paz
en Utrech el 1713. Carlos no renunció a sus derechos hispánicos pero no pudo
sostenerse militarmente, ni en Flandes, ni en España. Sin el apoyo de la flota
británica sus fuerzas austriacas debían retirarse o rendirse. Felipe V, por
otra parte, quería laminar a los insolentes rebeldes catalanes aniquilando su
ordenamiento constitucional. Ingleses y holandeses intentaron defender las
libertades catalanas, pero al final cedieron. Cataluña abandonada quedó a manos
de Felipe V cuyas tropas, a mediados de junio del 1713, marchaban para someter
definitivamente Cataluña. El estado catalán, que contaba con una gran
experiencia cuanto a gestión de situaciones crisis reaccionó con rapidez. Se
convocó la Junta de Brazos, que eran las Cortes sin presencia del rey a finales
de junio de 1713. La Junta de Brazos decidió mantener la obediencia a Carlos
III y continuar la guerra en defensa del ordenamiento constitucional. Se
organizaron las comisiones pertinentes que, junto con la Generalitat y el
Consejo de Ciento de Barcelona, asumieron la dirección política y militar del
estado catalán, con el convencimiento que la guerra podía ganarse militarmente
y que, en cualquier caso, lo importante era resistir a la espera de nuevos
cambios políticos en Europa que recrudecieran el conflicto internacional. En
pocos días las autoridades catalanas levantaron un ejercito eficiente dirigido
por el general Antonio de Villarroel.
Las fuerzas de Felipe
V atacaron con brutalidad el Principado asediando la ciudad de Barcelona y
sembrando la represión y el terror por todo el territorio. Sin embargo los
catalanes resistieron con inusitada eficacia. Durante la primavera de 1714,
después de un año de combates las tropas españolas estaban exhaustas y a punto
de desmoronarse. Felipe V no podía imponerse en Cataluña. Pero esta situación
ponía en peligro la paz de Utrech, y Luis XIV decidió intervenir para salvar a
su nieto Felipe. El grueso del ejercito francés, con unos 40.000 soldados y con
todo el tren de artillería, dirigido por el duque de Berwick pasó la frontera y
asedió Barcelona. El Duque tenia ordenes de Felipe de arrasar la ciudad, y con
tal intención inició el asalto el 11 de septiembre de 1714. Sin embargo
constatada la durísima resistencia de los catalanes, y para detener la sangría que
acusaban sus propias tropas, decidió aceptar una capitulación respetando las
vidas y haciendas de los barceloneses. Barcelona se salvó, pero apenas se
retiró el ejército francés llegaron las tropas españolas para practicar una
salvaje represión. El estado catalán fue abolido, las Constituciones derogadas,
la gente desarmada y reprimida. Muchos de los dirigentes de la resistencia
fueron encarcelados, y mucha gente tuvo que exiliarse en Austria. El país fue
ocupado militarmente y se impuso un régimen militarista dictatorial. El saqueo
fiscal del país se organizó a partir del Cadastro y un conjunto de medidas
represivas se articularon a partir del denominado decreto de Nueva Planta. El
Capitán general pasó a ser la máxima autoridad civil y militar en Cataluña y
las autoridades municipales pasaron a ser designadas directamente por el rey.
Pero la barbarie totalitaria no significó, en ningún caso, un avance en cuanto
a modernidad. El absolutismo era una via muerta en la historia de la humanidad
tal como quedó demostrado al cabo de pocos años cuando la guillotina hizo rodar
la cabeza de Luis XVI de Francia.
La derrota de los
catalanes en el 1714 fue terrible. Sin embargó la herencia constitucional
afloró una y otra vez. Durante el mismo siglo XVIII hubo movimientos de
resistencia, armados y políticos, y durante las guerras napoleónicas hubo
tanteos para recobrar la independencia y recuperar las constituciones. Cabe
recordar que la liberal Barcelona opuso una dura resistencia a los Cien Mil
Hijos de San Luis llegados para restaurar el absolutismo de Fernando VII.
Durante el siglo XIX el peso del recuerdo constitucional fue constante, pero
ahora se incardinaba en un contexto de cambio social y económico, con un país
que se transmutaba al ritmo de la revolución industrial. El nuevo estado
centralista derivado de la nueva consolidación de los Borbones con el
absolutista Fernando VII y la neoliberal Isabel II, tuvo una fuerte
contestación en Cataluña.
Por una parte los
carlistas aspiraban, lisa y llanamente, a restaurar las constituciones
catalanas medievales, y sus reivindicaciones tenían un fuerte componente
nacionalista. En el otro extremo demócratas y republicanos, especialmente
influyentes entre el nuevo proletariado, reivindicaban un régimen
constitucional progresista que hiciera compatible, mediante la federación, la
libertad de Catalunya en el nuevo marco de mercado “nacional” español,
propiciado por el estado liberal en construcción. Así en momentos de crisis,
como en 1843, con la revolución de la Jamancia, se proclamó la República en
Barcelona que estuvo vigente durante varios meses hasta que la ciudad,
salvajemente bombardeada por el ejército español, tuvo que capitular. En este
contexto de desarrollo de España como proyecto de estado nación, no pocos
políticos catalanes, como Víctor Balaguer y Joan Prim incidieron intentando
estimular iniciativas de modernización y apuntando a un modelo democrático de
concepción federal, alternativo al inmovilismo que manifestaban las clases
pudientes que se atrincheraban tras la monarquía borbónica: terratenientes,
iglesia, banca financiera y especuladora, etc. Así llegó la Gloriosa, y tras el
asesinato de Prim, y el fracaso de restauración austriacista en la figura de
Amadeo de Saboya, llegó la Primera República española. Cataluña tuvo un papel
determinante en la estructuración del nuevo proyecto de estado. Por otra parte
los líderes políticos catalanes, proclamaron el Estado catalán y gobernaron de
manera fáctica con criterios federales. De nuevo Catalunya recuperaba un contexto
constitucional para su desarrollo. Pero la terrible derrota política de la
Primera Republica abortó el proceso. Aun durante un tiempo los movimientos
identitarios catalanes se movieron en las coordenadas constitucionales,
tratando de conseguir un marco político de desarrollo. Sin embargo los procesos
de unificación de Italia y Alemania, basados en las corrientes románticas que
identificaban “nación” con lengua y cultura influyeron en Catalunya. Surgió
entonces, a finales del XIX un nuevo nacionalismo basado, no en criterios
políticos, sino en culturales. En esta nueva etapa, derrotado fatalmente el
movimiento popular con la caída de la República, la burguesía industrial tomo
las riendas de las reivindicaciones nacionales en beneficio propio, sobre todo
tras la guerra de Cuba. Así a principios del siglo XX la Lliga Regionalista se
convirtió, a la vez, en el partido de los industriales y en partido catalán.
Los políticos emergentes: Cambó, Prat… intentaban hacerse fuertes en Cataluña
con el fin de presionar y condicionar al estado español para que se modernizara
y practicara una política arancelaria en favor de los intereses industriales.
La Lliga consiguió logros culturales para Cataluña mediante la Mancomunitat,
que actuó con criterios de estado. Sin embargo la burguesía industrial, frente
a la combatividad del proletariado catalán, acabó solicitando el apoyo de las
fuerzas políticas más reaccionarias de Madrid e impulsó directamente el golpe
de estado del general Primo de Rivera de 1923.
Esta dinámica se rompió
con Francesc Macià, fundador de Esquerra Republicana de Catalunya que aunó
republicanismo, nacionalismo y socialdemocracia, y provocó, como punta de
lanza, la ruptura democrática de 1931. Macià impulsó un nacionalismo
progresista y republicano que, por una parte, mantenía la reivindicación
cultural, y por otra potenciaba el tradicional nacionalismo constitucional a
partir de leyes justas y de progreso promulgadas por el Parlament de Catalunya.
Esta dinámica quedó truncada por el bárbaro golpe fascista de 1936. Catalunya
puso todos sus recursos al servicio de la Republica española. El último gran
esfuerzo se dió con motivo de la Batalla del Ebro en la cual lucharon miles de
jóvenes soldados catalanes procedentes de las últimas reclutas. Tras la derrota
el odio del criminal dictador contra Cataluña se manifestó con el asesinato del
presidente de la Generalitat Lluís Companys el 1941. Durante la Dictadura, el
régimen propició el expolio del país. La banca local catalana fue absorbida por
los grandes bancos vasco-españoles; las grandes empresas tuvieron que trasladar
su sede social a Madrid y Cataluña la desertización en cuanto a nuevas
infraestructuras. La muerte de Franco vino seguida de un segundo proceso de
restauración borbónica, en el cual colaboraron las fuerzas de la oposición. El
nuevo régimen se construía sobre la base de un pacto de silencio y sobre la
impunidad con respecto a las atrocidades cometidas durante la guerra y la
dictadura. La jefatura del estado la asumió Juan Carlos de Borbón, colaborador
intimo del Dictador.
El nuevo régimen fue
una democracia formal pero no real, ya que la cultura democrática no llegó a
generalizarse. Contrariamente destacados líderes fascistas continuaron
detentando los resortes del poder. Se superpuso una estructura supuestamente
descentralizada, sobre la base del estado fascista que no se desmanteló. La
España de las autonomías fue una ficción construida sobre las herencias de la
España provincial isabelina. Una desmesurada, corrupta, e ineficaz clase
política mancomunó esfuerzos con una banca especuladora para impulsar un modelo
de crecimiento basado en la especulación y las operaciones inmobiliarias. Las
inversiones europeas se malbarataron en unas administraciones y un sistema
económico insostenibles. Durante todo este proceso la autonomía catalana,
aquejada también por el desgobierno y el despilfarro, sufrió falta de
inversiones en infraestructuras y un terrible ahogo fiscal. Finalmente el
pueblo catalán salió a la calle el 11 de septiembre de 2012 para imponer sus
deseos de libertad, contra el desgobierno, contra la monarquía trans-fascista y
contra la corrupción. 300 años después de la derrota de 1714 los catalanes
manifestaron su voluntad para recuperar y ejercer sus libertades y, sobre todo
decidir democráticamente. Felipe VI no será rey de los catalanes, ni de los
españoles. El camino republicano de Cataluña abrirá
también camino a la III República española.