martes, 12 de noviembre de 2013

UN NACIONALISTA CATALAN EN EL MUSEO DEL HOLOCAUSTO

Quien se ha preocupado en leer historia de España, o de Cataluña, sabe la situación de inestabilidad política y social que hoy día vivimos gracias a las élites de poder catalanas no es para nada nueva.

Duc Seu d'Urgell 

La enorme cantidad de privilegios y concesiones que dichas élites recibieron de los monarcas aragoneses buscando ser financiados, y que se mantuvieron después por la Monarquía Hispánica para evitar conflictos internos, los convirtieron en Grandes de España, y gracias a las riquezas del comercio en el Mediterráneo, obtuvieron una posición privilegiada dentro de toda la Corona Española.

Esto convirtió a los consellers y gobernadores catalanes en figuras muy poderosas, y en un elemento descentralizador y muchas veces desestabilizador, para la monarquía española. Tanto es así que en competencia con sus monarcas provocaron dos guerras civiles en Cataluña (una de ellas perteneciendo a la Corona de Aragón en 1462), y llevaron el conflicto internacional de la Guerra de Sucesión al interior de la península en 1704. Habría que añadir su influencia en las guerras carlistas del s. XIX y la inestabilidad política que provocaron en Cataluña a principios del s. XX. 

Nunca antes hasta hoy habían buscado la secesión de Cataluña, excepto cuando en la guerra de secesión catalana de 1640 independizaban el principado, culpando al gobierno central sobre los males de un campesino levantado que los estaba asesinando y saqueando sus propiedades.

Y hoy día, como en 1640, una población empobrecida se levantaba durante el 15M contra una Generalitat y políticos catalanes que les hastiaban por su opulencia, malgasto público y aumento de impuestos, y como entonces hizo el president Pau Claris, el actual president Artur Mas, les azuza con esa coletilla del “Espanya ens roba”, culpando como de costumbre a España de los males de su pueblo, olvidando que su sueldo es superior al del jefe del gobierno central e incluso al del rey. 

Pero hoy, en el 2013, existe una diferencia substancial con respecto aquellos acontecimientos que se vivieron en 1640. Pau Claris pudo tomar la decisión unilateral de independizar Cataluña y ponerla bajo las manos de Francia, nombrando al entonces rey francés Luis XIII, como Luis I de Cataluña.

Produjo una guerra civil en Cataluña, puso su comercio en manos de comerciantes franceses, y provocó un enorme desprecio del pueblo catalán hacia ellos, acuñando el peyorativo de gabacho para nombrarlos.  

A diferencia de 1640, hoy día Artur Mas vive en un estado democrático, por más que esto se ponga en duda, y no puede tomar la decisión unilateral de independizar Cataluña, y menos con el apoyo de sus vecinos en Europa.

Pero como dicen, todo esta inventado, y también se descubrió la forma en la que las élites de poder puedan dirigir a las masas en democracia. El mecanismo proviene de ese nacionalismo romántico o germánico basado en la raza, las etnias, los mitos y la historia de los pueblos que dio lugar a los fascismos de principios de s. XX , y que tanto incidió en el nacionalismo catalán de la época.

No existe mucha diferencia entre el Valentí Almirall que escribía en Lo catalanisme (1886), sobre la existencia de una raza catalana, de origen ario-gótico, superior al resto de pueblos peninsulares, de raíces semíticas, o en Prat de la Riba, el arquitecto del catalanismo político, cuando decía “La «castellanización» de Cataluña sólo es «una costra sobrepuesta, una costra que se cuartea y salta, dejando salir intacta, inmaculada, la piedra indestructible de la raza”, con las declaraciones de algunas de las figuras políticas del nacionalismo catalán en nuestra democracia.

El expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol, que durante tantos años de democracia gobernó en Cataluña, publicaba en 1976:

“El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido [...], es generalmente un hombre poco hecho”.

Heribert Barrera presidente de ERC hasta 1995 y ex-President del Parlament de Catalunya, escribía en 2003:

“Si continúan las corrientes migratorias actuales Cataluña desaparecerá (...) Eso claro está si la entendemos como una nación, con su lengua, su cultura y su historia y no como un simple territorio (...) ¿Hasta qué punto el asimilacionismo español triunfará por cuestión de número? No lo sé. Tengo la esperanza de que quizá podamos aguantar…”

La antigua primera dama de Cataluña, Marta Ferrusola, durante la presentación del libro de Barrera, explicaba que la inmigración árabe en Cataluña es “peor que durante la gran emigración de los 60 -al fin y al cabo los andaluces son tan católicos como los catalanes….”. Ferrusola expresó sus temores de que la inmigración actual aprenda únicamente el castellano y se sume a la masa de andaluces y extremeños, a los que dedicó estas palabras: «ésa gente saben hablar el catalán muy bien y no hay que ceder ni así». Una actitud que ilustró con una anécdota de la infancia de sus hijos, cuando los llevaba al parque: «Hoy no puedo jugar, madre, todos los niños son castellanos». 

Sin necesidad de retroceder más que al año 2011, la consellera de ensenyament, Irene Rigau, expresaba
que están “catalanizando el sistema educativo” dedicándose a “traspasar la tradición y generar la historia” para así hacer una escuela pública que “funde diferentes grupos étnicos en un solo pueblo”.

Jaume Reixach, editor y director de El Triangle, en un artículo titulado El hijo del amo, expresaba: “Artur Mas es una “criatura” que ha crecido a la sombra de Jordi Pujol. De ser un “mindundi” en la consejería de Comercio escaló, peldaño a peldaño, dentro del organigrama de la Generalidad hasta ser designado consejero en jefe el año 2001”.

A día de hoy, el Sr. Mas se encuentra de visita oficial en Israel.  En el museo del Holocausto de Jerusalén, Mas se refirió a quienes en algún momento han comparado con el movimiento nazi el proceso soberanista catalán. Los acusó de propagar “falsedades” y dijo que “el pueblo catalán también fue víctima de los totalitarismos”.

Nos resultaría gratificante imaginar que el Sr. Mas sentía vergüenza recordando esas declaraciones de su mentor, el Sr. Pujol, de la mujer de este, la Sra. Ferrusola, o de su actual consejera de Educación, Irene Rigau, mientras observaba las atrocidades en el museo del Holocausto de Jerusalén, que ese tipo de ideas provocaron sobre el pueblo judío.


Al menos el Sr. Mas habrá agradecido no haberlos traído consigo como acompañantes en este viaje.

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