Quien se ha preocupado en leer historia de España, o de
Cataluña, sabe la situación de inestabilidad política y social que hoy día
vivimos gracias a las élites de poder catalanas no es para nada nueva.
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Duc Seu d'Urgell |
La enorme cantidad de privilegios y concesiones que dichas
élites recibieron de los monarcas aragoneses buscando ser financiados, y que se
mantuvieron después por la Monarquía Hispánica para evitar conflictos internos,
los convirtieron en Grandes de España, y gracias a las riquezas del comercio en
el Mediterráneo, obtuvieron una posición privilegiada dentro de toda la Corona
Española.
Esto convirtió a los consellers y gobernadores catalanes en
figuras muy poderosas, y en un elemento descentralizador y muchas veces
desestabilizador, para la monarquía española. Tanto es así que en competencia
con sus monarcas provocaron dos guerras civiles en Cataluña (una de ellas
perteneciendo a la Corona de Aragón en 1462), y llevaron el conflicto
internacional de la Guerra de Sucesión al interior de la península en 1704. Habría
que añadir su influencia en las guerras carlistas del s. XIX y la inestabilidad
política que provocaron en Cataluña a principios del s. XX.
Nunca antes hasta hoy habían buscado la secesión de
Cataluña, excepto cuando en la guerra de secesión catalana de 1640
independizaban el principado, culpando al gobierno central sobre los males de
un campesino levantado que los estaba asesinando y saqueando sus propiedades.

Pero hoy, en el 2013, existe una diferencia substancial con
respecto aquellos acontecimientos que se vivieron en 1640. Pau Claris pudo
tomar la decisión unilateral de independizar Cataluña y ponerla bajo las manos
de Francia, nombrando al entonces rey francés Luis XIII, como Luis I de
Cataluña.
Produjo una guerra civil en Cataluña, puso su comercio en
manos de comerciantes franceses, y provocó un enorme desprecio del pueblo
catalán hacia ellos, acuñando el peyorativo de gabacho para nombrarlos.
A diferencia de 1640, hoy día Artur Mas vive en un estado
democrático, por más que esto se ponga en duda, y no puede tomar la decisión
unilateral de independizar Cataluña, y menos con el apoyo de sus vecinos en
Europa.
Pero como dicen, todo esta inventado, y también se descubrió
la forma en la que las élites de poder puedan dirigir a las masas en
democracia. El mecanismo proviene de ese nacionalismo romántico o germánico
basado en la raza, las etnias, los mitos y la historia de los pueblos que dio
lugar a los fascismos de principios de s. XX , y que tanto incidió en el
nacionalismo catalán de la época.
No existe mucha diferencia entre el Valentí Almirall que
escribía en Lo catalanisme (1886), sobre la existencia de una raza catalana, de
origen ario-gótico, superior al resto de pueblos peninsulares, de raíces
semíticas, o en Prat de la Riba, el arquitecto del catalanismo político, cuando
decía “La «castellanización» de Cataluña
sólo es «una costra sobrepuesta, una costra que se cuartea y salta, dejando
salir intacta, inmaculada, la piedra indestructible de la raza”, con las
declaraciones de algunas de las figuras políticas del nacionalismo catalán en
nuestra democracia.
El expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol, que durante
tantos años de democracia gobernó en Cataluña, publicaba en 1976:
“El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre
anárquico. Es un hombre destruido [...], es generalmente un hombre poco hecho”.
Heribert Barrera presidente de ERC hasta 1995 y ex-President
del Parlament de Catalunya, escribía en 2003:
“Si continúan las corrientes migratorias actuales Cataluña
desaparecerá (...) Eso claro está si la entendemos como una nación, con su
lengua, su cultura y su historia y no como un simple territorio (...) ¿Hasta
qué punto el asimilacionismo español triunfará por cuestión de número? No lo
sé. Tengo la esperanza de que quizá podamos aguantar…”

Sin necesidad de retroceder más que al año 2011, la
consellera de ensenyament, Irene Rigau, expresaba
que están “catalanizando el
sistema educativo” dedicándose a “traspasar la tradición y generar la historia”
para así hacer una escuela pública que “funde diferentes grupos étnicos en un
solo pueblo”.
Jaume Reixach, editor y director de El Triangle, en un artículo
titulado El hijo del amo,
expresaba: “Artur Mas es una “criatura” que ha crecido a la sombra de Jordi
Pujol. De ser un “mindundi” en la consejería de Comercio escaló, peldaño a
peldaño, dentro del organigrama de la Generalidad hasta ser designado consejero
en jefe el año 2001”.
A día de hoy, el Sr. Mas se encuentra de visita oficial en
Israel. En el museo del Holocausto de Jerusalén, Mas se refirió a quienes
en algún momento han comparado con el movimiento nazi el proceso soberanista
catalán. Los acusó de propagar “falsedades” y dijo que “el pueblo catalán
también fue víctima de los totalitarismos”.
Nos resultaría gratificante imaginar que el Sr. Mas sentía vergüenza recordando esas declaraciones de su mentor, el Sr. Pujol,
de la mujer de este, la Sra. Ferrusola, o de su actual consejera de Educación,
Irene Rigau, mientras observaba las atrocidades en el museo del Holocausto de
Jerusalén, que ese tipo de ideas provocaron sobre el pueblo judío.
Al menos el Sr. Mas habrá agradecido no haberlos traído
consigo como acompañantes en este viaje.
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